El Médico Veterinario Dr. Mariano Bernades, que estuvo a cargo del curso de Etología en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la U.B.A. - Argentina, indica cuatro síntomas que muestran una escalada de agresividad en nuestras mascotas:
• El primer síntoma es que el perro empieza a desobedecer una cantidad de órdenes que ya había aprendido. “No hace caso, pero es intencional. Desobedece órdenes ya conocidas como acudir al llamado, por ejemplo”.
• El segundo paso es cuando “el perro amenaza con gruñidos de advertencia que no le gusta que le hagan algo”.
• En tercer lugar, “muestra los dientes, sobre todo el colmillo”.
• “El paso siguiente es la agresión”.
Al revés de lo que la gente supone, cuando un perro se pone agresivo empieza por agredir a los miembros de la propia familia. Un caso típico es un macho que ataca al hijo varón cuando este entra en la pubertad: “cambian los olores y lo reconoce como un competidor. No le tolera cosas que le toleraba por ser cachorro. Es el tipo de agresividad más común, por dominancia”, ejemplifica el veterinario.
Por eso, también enfatiza la importancia de observar la conducta de los perros. Si la mascota muestra los primeros síntomas de agresividad “se necesita el consejo de un veterinario experto en etología, que haga un diagnóstico y aplique medidas correctivas. Se pueden hacer muchas cosas para revertir la agresividad, sobre todo con un manejo de comportamiento por medio de acciones. También con medicamentos, pero son una segunda opción”, explica Bernades.
Lo ideal es que todos los miembros de la familia dominen al perro. “Con los más chiquititos hay que tener precaución porque algunos animales lo pueden morder ante cosas que consideran incorrectas: que tome un objeto que consideran propio, que invada su zona de descanso, etc. Lo que hace el perro es corregir al niño como a los cachorros, con gruñido seco y con mordisco de poca fuerza. Pero algunos machos, sobre todo cuando son muy dominantes, castigan gravemente”.
En este caso, “no hay que permitir ninguna actitud de agresividad o de enojo de parte del perro”. Bernades aconseja que el miembro dominante de la familia (el padre, por ejemplo) “impida esa circunstancia reprendiéndolo inmediatamente o apartándolo del grupo familiar por una hora, para que entienda que lo que hizo no debe repetirse”.
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